ÉRASE UNA VEZ MELILLA

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GRUPO DE ESCUELAS MIXTAS

EN EL BARRANCO DEL LOBO

martes, 29 de septiembre de 2009

En el Barranco del Lobo: Una bala para dos rifeños







27 de julio de 1909 : En el Barranco del Lobo

“Una bala para dos rifeños” , la hazaña del Cabo Castero en el Barranco del Lobo

Otro de los episodios del 27 de julio de 1909, en el Barranco del Lobo, fue la hazaña del cabo D. Hermenegildo Castero Cruz, de la tercera compañía del Batallón de Cazadores de Llerena. Su gesta, quedó recogida de la siguiente forma, en el rotativo “El Liberal”, del viernes 30 de julio de 1909 (textual): (1).

“…Sucesivamente se van conociendo pormenores del sangriento combate de anteayer, en el que hallaron muerte gloriosa Pintos, Palacios, Ortega y buen número de oficiales y soldados. Los actos de arrojo individual se dieron por docenas.

El cabo de la tercera compañía del batallón de Llerena, Hermenegildo Castero Cruz, persiguiendo al enemigo, llegó al fondo de un barranco donde se encontró completamente solo. Tres moros parapetados en unas peñas hicieron fuego sobre Castero. Este se consideró perdido y arremetió contra los moros, luchando a brazo partido con los tres. El bravo Castero cayó en tierra con varias heridas, y cuando sus enemigos se disponían a rematarlo, dos soldados, que buscaban a su compañero, llegaron providencialmente, disparando sus fusiles contra los moros. Estos huyeron; pero Castero se incorporó , y apuntando con su máuser, mató de un solo tiro a dos rifeños.

Después fue trasladado a la plaza, ingresando en un hospital de sangre para curarse de las heridas. Estas, por fortuna, aunque varias, no son graves. Castero ha sido muy felicitado por su serenidad y bravura…”

De esta hazaña y, recogida por el corresponsal de “La Correspondencia de España”, señor Rodríguez de Celis, el 1º de agosto de 1909, se narra en dicho diario, una entrevista personal, con el Cabo que en este cita de apellido Cesteros en vez de Castero, que dice lo siguiente, sobre aquellos momentos vividos por el cazador de Llerena (2):

“…Tenía noticia de la heroicidad realizada por Hermenegildo Cesteros Cruz , cabo del batallón de Cazadores de Llerena. Hoy he sabido que estaba en la plaza y he ido a verle. Con toda ingenuidad me ha contado su hazaña el cabo Cesteros.

Ocurrió que él, con unos pocos soldados, dio en perseguir a un grupo de moros que les habían molestado bastante con disparos no interrumpidos en largo tiempo. Hábianse propuesto dar buena cuenta del grupo. Tal era el ímpetu con que el cabo Cesteros se lanzó en seguimiento del grupo enemigo, que acabó por distanciarse mucho de los soldados que le acompañaban desde el principio. De ello se dieron cuenta los moros que huían, y volvieron pasos atrás.

En un instante se vio Hermenegildo Cesteros rodeado de ocho moros, en disposición de vengar en él la apurada persecución de que hasta entonces habían sido objeto.

Convencido el cabo de Llerena de que su vida solo se salvaba jugándose el todo por el todo, aprestóse a la defensa, haciendo uso de todo género de armas y de todas sus fuerzas. Mató a dos moros; hirió a otros tres de tal suerte que ya no pudieron intentar agresión ninguna, y a los tres restantes les obligó a emprender la fuga precipitada, temerosos de correr suerte análoga.

Por su parte, Hermenegildo Cesteros se apresuró también a las posiciones antes de que los tres fugitivos tuvieran tiempo de avisar a otros para volver contra él.

¿Qué impresión- le he preguntado-experimentó usted en el tiempo que duró tan empeñada, tan terrible lucha?. –Si he de decirle la verdad, la verdadera impresión la sentí cuando todo terminó y pude darme cuenta de lo que había hecho. La escena fue tan rápida como violenta. Al verme rodeado de ocho moros, me acordé de España, de mi familia, de mí mismo; sentí la necesidad de la vida, y como esta estaba en manos de aquellos enemigos, hice un esfuerzo supremo, me defendí, les ataqué con rabia loca; con esa furia que solo se siente una vez en la vida, y todo acabó como ya usted sabe.

Conmovido por la ingenua relación del cabo de Llerena, he estrechado su mano, felicitándole entusiásticamente..”.

“Un caballo desertor”

Aquel día, 27 de julio de 1909, un caballo. Desertó y se pasó a los moros. Así lo contaba un soldado herido en las piernas, a un corresponsal del diario madrileño “ABC” (textual): (3).

“…Páez Jaramillo. Un soldado de Cazadores de Madrid viene en una camilla con más ganas de hablar que un loro, y eso que dice que tiene más sed que el río de su pueblo en Agosto (luego me explicó esta frase diciendo que en su aldea,, de la provincia de Cáceres, no hay más que un arroyuelo que lleva agua en invierno si nieva en la sierra de Candelario). Tiene las dos piernas atravesadas por un balazo de Mauser.

-No debo tener roto ningún hueso, porque no me duele nada-. Mientras descansan los camilleros y beben agua, me cuenta que han entrado en fuego con la brigada Pintos una compañía de África y fuerzas de Melilla. –He visto caer caer heridos- me dice –al capitán González Nandín de África, y un oficial. Los más castigados hemos sido Madrid, Llerena y Las Navas. También he visto caer al coronel Páez Jaramillo. ¡Que hombre ese…!- agrega.

-¿Pero ha caído herido?- le pregunto- ¡Ca!. Subió a nuestras guerrillas, ¡que la verdad!, estábamos un poco desconcertados, porque esos demonios de moros tiran de todas partes y se arrastran como galápagos, sin que se les vea. Íbamos a replegarnos, pero él nos dijo: ¡adelante conmigo!. Reculó el caballo, y rodó con el coronel por el barranco abajo. Corrimos en su auxilio y le encontramos como muerto. Se había dado un golpe en la cabeza contra una piedra y había perdido el conocimiento.

Cuando abrió los ojos no se le ocurrió otra cosa que decir: ¡Venga mi caballo!. Pero ¡donde estaba el caballo…!. Había arrancado desbocado. ¡Se nos había pasado al moro!...”


“Me han hechao las tripas fuera, por lo demás no pasa nada”, 2º teniente D. Antonio Muñoz León

Un joven oficial del Batallón de Cazadores de Llerena, de apenas 19 años, D. Antonio Muñoz León, nacido en Sevilla el 31 de julio de 1890 y que había obtenido su despacho de 2º teniente el 13 de julio de 1908, el apenas un año y pocos días después, embarcó con su batallón rumbo a Melilla, el 25 de julio de 1909. Se estaba preparando, para ingresar en la Escuela Superior de Guerra.

Su primer y único destino, fue el Batallón de Cazadores de Llerena y junto a ellos, marchó al Barranco del Lobo el 27 de julio de 1909.. Apenas dos días llevaba en tierras africanas, cuando resultó gravemente herido en combate. Tomás García Figueras, en su libro “Héroes sevillanos en la Campaña del Rif”,cuenta la anécdota, una anécdota que recoge el carácter jocoso del joven oficial:

“…Cayó Muñoz León y su capitán se volvió a él diciéndole: ¿Qué pasa Muñoz?- Que me han echao las tripas fuera, por lo demás no pasa nada…”

Fue evacuado al hospital de Melilla, donde murió el 29 de julio de 1909 a consecuencia de las heridas recibidas, asombrando a todos los que le rodeaban por su entereza. El 18 de agosto de ese mismo año, fue ascendido a primer teniente por méritos de guerra a título póstumo. (4).

“Ti fusila si no pileas contra España”

Un corresponsal de “La Correspondencia de España”, probalemente Rodríguez de Celis, narraba bajo el título “…Odisea de un prisionero…”, las desventuras de soldado capturado por los rifeños, a consecuencia de los combates del 27 de julio, lo siguiente: (2).

“…Ha regresado del campo moro un soldado de la cuarta compañía de Figueras, natural de La Zarza (Cáceres), que cayó prisionero en el combate del 27. Cuenta que los rifeños le han tratado muy bien, alimentándole y dejándole ir de un lado para otro. Primero le amenazaron con fusilarle; pero luego le dijeron que le perdonarían la vida si luchaba contra España. Négose a ello, y anoche aprovechando un descuido de los moros, se puso una chilaba y deslizóse al amparo de las sombras, procurando no ser visto. Al amanecer, encontróse cerca de nuestras avanzadas. Temiendo que le hicieran fuego, arrojó la chilaba y ganó a la carrera nuestras líneas. Dice que los moros parecen escasos de víveres, y se alimentan casi exclusivamente de manteca, miel y uvas. Ha sido incorporado a su batallón…”

“Un vaso de jerez, que pudo costarle la vida”; el cabo Vicens

“…No se como he podido resultar ileso de aquella lucha pues en mi banderín se ven 11 agujeros de los disparos que me hicieron los moros. Otra bala me inutilizó el fusil y otra me partió por la mitad el machete. Solo tengo unas ligeras erosiones en las piernas que me produjeron las piedras que saltaban al caer las balas enemigas al suelo.
Estoy bien de salud, esperando el momento que volvamos a combatir contra esos salvajes…”

(Extracto de la carta que dirigía el cabo del batallón de Cazadores de las Navas, D. Emilio Vicens a su padre, un empleado de una Dirección de Ferrocarriles domiciliado en Madrid, tras el combate del 27 de julio de 1909. (5).

Los hechos

El día 3 de agosto de 1909, el rotativo “El Liberal”, daba a conocer la gesta del cabo banderín del Batallón de Cazadores de Las Navas, D. Emilio Vicens Cereceda a sus lectores de la forma siguiente: (6).

“…Algunos oficiales que, por encontrarse heridos han regresado a España, corroboran las notícias dadas por varios corresponsales respecto a la conducta heroica del cabo Emilio Vicens en el combate del día 27 del pasado julio.

El muchacho con una serenidad y un aplomo inconcebibles a su edad atacó briosamente al enemigo, llegando en su arrojo hasta adelantarse a todo el batallón y luchar cuerpo a cuerpo con varios moros, que intentaban acercarse todo lo posible al desgraciado teniente coronel señor Palacios, para afinar bien la puntería contra este.
Vicens, el solo, sin reparar en el enorme peligro que corría, rechazó primero a tiros, y después con la bayoneta a los osados rifeños. Fue aquel un momento que produjo extraordinario efecto en las tropas.
Los enemigos cercaban al cabo; pero él contra todos se defendía con pasmosos bríos y tranquilidad que causaba asombro.
El teniente coronel, comprendiendo que aquella temeraria lucha, que fue rapidísima, no podía terminar sino con la muerte del heroico Vicens, gritó a este imperiosamente: -¡Cabo Vicens, a su puesto en seguida!- . Vicens al oir la voz de su jefe, retrocedió, y la admiración de todos fue al ver que el muchacho no tenía ni un leve rasguño.
El teniente coronel se hizo servir un vaso de Jerez, y alargandoselo al cabo le dijo: -Toma muchacho bebe que estás bañado en sudor y bien te has ganado un trago. Eres un héroe-.
Al alargar el Sr. Palacios el vaso a Vicens, una bala enemiga dio al jefe en la frente y lo mató. El Sr. Ortega cayó pesadamente sobre el cabo, cuya cara y pecho se mancharon con la sangre del teniente coronel.
La distinguida familia del cabo Vicens, que reside en Madrid, recibió ayer carta del valiente soldado, quien refiere, sin darle la menor importancia, algo, solo algo de lo que ocurrió en la jornada memorable del 27.
En la família de Vicens hay otro militar muy distinguido; su tío Julio Vicens, hermano de su padre, comandante de Artillería que en la actualidad desempeña el cargo de agregado militar en nuestra embajada en Londres.
Emilio Vicens se cree que será propuesto para una recompensa extraordinaria…”
La recompensa obtenida, fue el ascenso a sargento del D. Emilio Vicens Cereceda. (7).
Nota: Se ha rectificado en este artículo, el apellido del teniente coronel que figuraba como Ortega, cuando debería de corresponder al de Palacios.


1910. En una pintura
La Ejecutoria de un batallón.
Los homenajes que se sucedieron para el cabo D. Emilio Vicens por su gesta, no cesaron rápidamente ya que en 1910, el Rey de Armas, D. Luís Rubio Ganga, le recuerda en la elaboración de la ejecutoria al Batallón de Cazadores de Las Navas, con motivo de la distinción de la que era objeto, el batallón. La noticia aparecida en prensa, decía textualmente, lo siguiente: (8).
“…El batallón de Las Navas, uno de los más gloriosos y de más lucido historial de nuestro Ejército, ha sido objeto de una distinción merecidísima de mucha importancia para el cuerpo. D. Luís Rubio Ganga, rey de armas, cultísimo, verdadera notabilidad en heráldica y gran entusiasta de las glorias patrias ha querido rendir un tributo de admiración a dicho batallón, dedicándole desinteresadamente su ejecutoria.
La obra del Sr. Rubio es, como todas las suyas una hermosa obra de arte. Las ocho fechas de los hechos más memorables del batallón figuran a la cabeza del documento, y dentro dichas fechas está el retrato del heroico teniente coronel Palacios que perdió la vida en Melilla en el combate del día 27 de Julio.
A la derecha se ve avanzar al batallón y en primer término se encuentra el retrato del famoso cabo Emilio Vicens que, sosteniendo en alto el banderín, parece animar con su arrojo y decisión a los soldados para que combatan con firmeza al enemigo.
La pintura, fiel traslado de la realidad y de los actos de extraordinario valor realizados por el cabo Vicens, que le valeiron la felicitación entusiasta del teniente coronel Palacios, minutos antes de caer este muerto es afortunadísima.
El historial completo del batallón, haciendo resaltar sus hazañas más sobresalientes, ocupa el resto del documento, que es, como decimos, una excelente obra artística del Sr. Rubio.
La ejecutoria de los hechos memorables de cada cuerpo, es documento del que no debiera prescindir ninguno de ellos, puesto que, colocado en el cuarto de banderas sirve para divulgar y enaltecer entre los soldados las glorias del batallón en que sirevn, constituyendo valiosa enseñanza para las futuras generaciones…”
Una casualidad :El reservista Benito Pérez, de ABC
El corresponsal de “ABC”, explicaba en una de sus noticias del citado rotativo correspondiente al 30 de julio de 1909, el encontrar herido, a un compañero del diario de Madrid. La noticia, decía (textualmente): (9).
“…En el cuartel del Batallón de disciplinarios se han habilitado dos locales. En la puerta del hospital me llama un herido que es llevado en una camilla. -¿No me conoce usted?- me dice-, soy Benito Pérez, el atendedor de la corrección de pruebas de ABC. Le reconozco en verdad: es el buen Benito, el reservista de Arapiles que, cumpliendo su deber, vino a filas dejando desconsolada a su mujer en su casita de la Gundalera. Está herido en una pierna. Va a ser trasladado a Málaga con otros compañeros a bordo del “Menorquin”, que sale dentro de media hora…”

¡Otra que Dios, paisano; gracias a la Virgen que viene un periodista por aquí!

La cantidad de heridos y muertos por parte de los españoles en los combates del 27 de julio, que un corresponsal del diario “El Siglo Futuro”, lo plasmaba, en el testimonio de un cabo aragonés, del batallón de Cazadores de Los Arapiles, que cuando fue herido, cedió su camilla a otro soldado que iba peor que él, y a pie, se dirigió al hospital. Dicho testimonio, fue recogido de la forma siguiente: (10).

“…En una cama de las instaladas en el Casino Militar, un capitán delira y llama a su tercera compañía para que entre en fuego. Más allá está un pobre soldado que tiene un tiro en la frente y la boca llena de sangre; a su lado hay un cabo de Arapiles que es baturro, y al verme lanza aquello de ¡Otra que Dios, paisano; gracias a la Virgen que viene un periodista por aquí!.

-Mire yo tengo un balazo en el costado izquierdo y he venido andando, porque mi camilla se la cedí a un pobre que iba peor que yo. La Pilarica me ha salvado de esta, y en cuanto salga al campo, invocando su nombre, he de subir al Gurugú para allí poner el banderín de mi compañía…”

Capellán de Cazadores de Arapiles: D. Miguel Lafuente, “Los sucesos se atropellaron de tal forma, que no tuve tiempo ni de asustarme” (15).
El capellán del Batallón de Cazadores de Los Arapiles, fue otro de les héroes de la jornada del 27, ya que al ver caer muerto a un capitán, y hallándose el resto de la oficialidad, muertos o heridos, se puso al frente de la compañía, tomando el mando y, organizando un ordenado repliegue. De estos hechos, se recogía en prensa lo siguiente (textual):


“…Melilla 30.- En uno de los últimos combates el capellán de un regimiento se puso al frente de una compañía, cuyos oficiales estaban todos muertos o heridos.
La conducta del clero castrense ha sido como siempre digna de todo elogio, multiplicándose bajo las balas para llevar los socorros espirituales a los moribundos, a los que en algún caso defendieron a machetazos, llevándolos a sitio seguro…” (11).

“…El capellán del que ayer hablábamos refiriendo que tomó el mando de una compañía en el momento del peligro fue el de Arapiles, quien al ver caer a un capitán, tomó el mando de su compañía, reorganizando sus secciones y ordenando una retirada perfectísima, que fue muy elogiada…” (12).

“…Está confirmado el heroico rasgo del capellán de Cazadores de Arapiles, al cual vieron varios oficiales, que cuando cayó el capitán, tomó el mando de las secciones y, organizada la compañía, ordenó la retirada que se hizo ordenadamente…” (13).
“…Cuatro sargentos, seis cabos y más de caurenta soldados han sido premiados con diferentes recompensas por su conducta heroica. El capellán del batallón de Arapiles, que en los más terribles momentos del combate del día 27 no solo administraba los auxilios de la religión a los moribundos, sino que se puso al frente de los soldados que habían perdido a su jefe en la pelea, será objeto de una distinción especial, con arreglo a las disposiciones vigentes en el clero castrense…” (14).

“…El Clero Castrense. El heroico sacerdote capellán de Arapiles y no de Las Navas como por error han dicho algunos periódicos, que en la acción del día 27 tomó el mando de una compañía que se quedó sin oficiales y la dirigió con admirable maestría durante la difícil retirada se llama don Miguel Lafuente. Sobre él están lloviendo de todas partes, calurosas felicitaciones. Además ha sido propuesto para la Cruz Laureada de San Fernando, previo juicio contradictorio…” (16).

El Cabo Pedro Blanco

Otro de los tantísimos héroes que hubo en aquella jornada del 27 de julio, fue el cabo D. Pedro Blanco. El comandante Perinat, le obsequió con 100 pesetas por su gesta. Su hazaña, quedó recogida así en “ABC”:
“…El cabo Pedro Blanco. Como anunciaba en mi despacho de esta mañana, hoy he entregado solemnemente, en presencia de la oficialidad de su compañía del batallón de Estella, al cabo Pedro Blanco las cien pesetas que, por conducto de la redacción de ABC, le ha enviado el comandante Sr. Perinat.

El muchacho, agradecidísimo, me ruega que por el mismo conducto se haga presente su reconocimiento al generoso donante. Esta misma tarde ha girado íntegros los 20 duros a su esposa, que reside en un pueblo de Aragón.

Pedro Blanco es reservista, pequeño de cuerpo, enjuto de carnes, cetrino de rostro, campechano y francote como buen aragonés.

Con un estilo muy pintoresco y con gran naturalidad, como si el hecho no tuviera importancia, me relató a grandes rasgos el bello episodio de que fue protagonista. Poco antes de que se diera al batallón de Estella la orden de replegarse hacia el Hipódromo, vio una columna de humo entre unas piedras.
Blanco que iba en el grupo de los camilleros de la ambulancia de Sanidad, separóse de ellos y dirigiose hacia el lugar de donde salía el humo, encontrando el cadáver de un soldado que los moros acaban de quemar. Suponiendo lógicamente que pudiera haber más heridos, decidió reconocer personalmente todos los lugares inmediatos. En efecto, apenas había dado unos cantos pasos, sorprendió a un moro que estaba rematando a un soldado.

El cabo se arrojó sobre él, le arrebató la gumía y se la hundió en la garganta. Después llamó a unos compañeros para que le ayudasen a transportar al herido al campamento, recogió la gumía y el Remington del moro muerto y se los entregó a su teniente coronel, que a su vez los remitió al general Marina…”(17).
Al cabo D. Pedro Blanco, se le ofreció por esta gesta, el ascenso a sargento o, una cruz roja al Mérito Militar pensionada con carácter vitalicio. Optó por la cruz al Mérito Militar. (18).

Hans Nicolás y Hungerbühler

Fuentes:

(1). “El Liberal” Se publica diariamente en Madrid, Barcelona, Bilbao, Murcia y Sevilla. Núm. 10.888, pág.1, de fecha viernes 30 de julio de 1909.
(2). “La Correspondencia de España”,Edición de la mañana. Madrid núm. 18.799, pág. 1, domingo 1 de agosto de 1909.
(3). “ABC”, Madrid, 1ª edición, pág. 7, viernes 30 de julio de 1909.
(4). “España en sus héroes”, fascículo núm. 3pág. 88, “Un capellán en el Barranco del Lobo”, Madrid 1969.
Fotografía 2º teniente D. Antonio Muñoz León, “España en sus héroes”, fascículo núm.3, “Un capellán en el Barranco del Lobo”, Madrid 1969.
(5). “La Correspondencia militar” Madrid núm. 9.649, pág. 2, miércoles 4 de agosto de 1909.
(6). “El Liberal”, Se publica diariamente en Madrid-Barcelona-Bilbao-Murcia y Sevilla.. Núm. 10.670. pa´g.2, viernes 3 de agosto de 1909.
(7).” EL Imparcial”, Diario Liberal, Madrid núm. 15.322, pág. 5, jueves 4 de noviembre de 1909.
Grabado “Caballería en persecución de rifeños agresores, fue publicada en la 1ª página de “La Correspondencia de España”, de martes 17 de agosto de 1909.
(8). “El Liberal”, Se publica diariamente en Madrid-Barcelona-Bilbao, Murcia y Sevilla, pág. 2, miércoles 4 de mayo de 1910.
(9). “ABC”, Madrid pág.7 viernes 30 de julio de 1909.
(10). “El Siglo Futuro”, Diario católico, Madrid núm.604, pág.1, lunes 2 de agosto de 1909.
(11). “El Siglo Futuro”, Diario católico, Madrid núm. 602, pág. 1, viernes 30 de julio de 1909.
(12). “El Siglo Futuro”, Diario católico, Madrid núm. 603, pág. 2, sábado 31 de julio de 1909.
(13). “ABC”, Madrid, Edición 1ª, pág. 7, viernes 30 de julio de 1909.
(14). “La Correspondencia Militar” núm. 9.646, pág. 1, domingo 1 de agosto de 1909.
(15). “La Correspondencia Militar”, núm. 9.863, pág. 3, viernes 20 de agosto de 1909.
(16). “El Siglo Futuro”, Diario católico, Madrid núm. 610, pág. 2 lunes 9 de agosto de 1909.
(17). “ABC”, Madrid 1ª edición, págs.. 6 y 7, domingo 1 de agosto de 1909.
(18). “ABC”, Madrid,1ª edición, pág. 6, domingo 1 de agosto de 1909.



De la Portilla: el joven laureado del Barranco del Lobo







D. Braulio de La Portilla Sancho, un primer teniente laureado de apenas 21 años

Otro de los oficiales caídos en la sangrienta jornada del 27 de julio de 1909, en el Barranco del Lobo, fue el primer teniente de Infantería, del Batallón de Cazadores de Llerena, D. Braulio de la Portilla Sancho, un jovencísimo oficial de 21 años, que había obtenido el empleo de 1r teniente un 13 de julio de 1909, 17 días antes de morir en acción de guerra en el Barranco del Lobo.





D. Braulio de la Portilla Sancho (1)
Nació en Córdoba, en el acuartelamiento de Caballería de Alfonso XII, el 7 de mayo de 1888. Era hijo de militar. Su padre, que en el momento de ver la luz de la vida su hijo Braulio, contaba con 42 años de edad y era don Leoncio de La Portilla Cobián, coronel del Regimiento. Su madre, una dama pontevedresa de 34 años, doña Patrocinio Sancho Varela.

Braulio de la Portilla Sancho, ingresó en la Academia de Infantería de Toledo, el 31 de agosto de 1904. El 4 de agosto del mes siguiente, prestaba juramento a la bandera y, tras superar con aprovechamiento el plan de estudios establecido, obtuvo el empleo de segundo teniente de Infantería con 19 años recién cumplidos, el 13 de julio de 1909. Fue destinado al Batallón de Cazadores de Llerena número 11, de guarnición en Madrid.. Su padre, el general de división, D. Leoncio de la Portilla, hacía poco que había fallecido.

Con el estallido del conflicto en Melilla, tras el ataque de los rifeños a los trabajadores del ferrocarril el 9 de julio de 1909, su batallón, es trasladado a Melilla, ciudad a l que parte desde Madrid en un tren especial el 22 de julio de 1909. Llegados a Málaga, los Cazadores de Llerena núm. 22 y con ellos el segundo teniente D. Braulio de La Portilla Sancho, que acababa de obtener ese ascenso el 13 de julio, embarcaron en el vapor “León XIII”, arribando al puerto de Melilla el 24 de julio. Acamparon en el Zoco.

El 27 de julio, acudieron a los Lavaderos de Mineral, donde recibieron los Cazadores de Llerena, orden de avance hacia las estribaciones del Gurugú como reserva de la columna del general D. Guillermo Pintos Ledesma. El segundo teniente de la Portilla, iba al mando de su sección, cuando llegaron al Barranco del Lobo, recibiendo su bautismo de fuego. Es esta acción, halla la muerte D. Braulio, al frente de sus soldados, haciendo su entrada en la lista de los héroes, ya que propuesto por los méritos y comportamiento observado en el combate, se le ascendió a capitán con fecha 27 de julio y, el por orden de 3 de mayo de 1911, le fue concedida la Cruz Laureada de San Fernando.

El día 27 de julio de 1909, su batallón replegó cuando entre sus filas, se contaban ya más de 200 bajas, entre muertos y heridos.

Los hechos (2)

Según apareció publicado en “España en sus héroes”, al parecer los hechos, tuvieron lugar a la entrada del Barranco del Lobo, en el momento de desembocar en él, la segunda compañía que se hallaba al mando del capitán Moreno de Guerra, los cuales con bayoneta calada, tuvieron que retroceder dado el nutrido fuego que recibían por parte de los rifeños y que estos, intentaban envolver a la fuerza. La 2ª compañía del capitán Moreno de Guerra, con numerosas bajas, se vió rodeada por la izquierda, teniendo que recurrir nuevamente a la lucha cuerpo a cuerpo. Su teniente coronel jefe, ya se hallaba herido. Retrocedieron nuevamente y se apostaron en posiciones de retaguardia, repartidos en diferentes grupos y animados por su oficialidad, los cazadores mantuviéronse en su puesto.

Otra compañía, la primera, bajo el mando del capitán Padín, avanzaba decidida, viéndose frenada por nutrido fuego. Existen momentos de vacilación, dadas las circunstancias, cosa que unida a las ya numerosas bajas que sufre, la voluntad de la tropa flaquea. Los rifeños, también a punto de desbordarlos, están a punto de penetrar entre las compañías ya citadas.

Ante estos hechos, el segundo teniente de La Portilla Sancho que se ha dado cuenta de lo que sucede a la 1ª y 2ª compañías y que se halla al mando de la sección de reserva, se lanza al ataque de los moros, tratando de cerrarle el paso, cubriendo el hueco que existe entre su compañía y la del capitán Moreno de Guerra.

Una vez ha llegado el teniente la Portilla a la posición defendida por el capitán Moreno de Guerra, es herido gravemente. Su capitán llega hasta él, prduciendóse el dialogo siguiente (textual):

Capitán: “…¡Ánimo muchacho. Esto no es nada!…”
Portilla : “…No se apure, mi capitán, de aquí ¡no hay quien nos eche!.

Portilla, haciendo un esfuerzo, toma el fusil de un caído y parapetado detrás de una roca hace fuego. El capitán llama a su lado al resto de la tropa, unos cuarenta hombres y les anima. –Ya no podrán rodearnos muchachos!,¡Los jabatos del teniente Portilla nos ayudan!,¡Vamos adelante!,¡Que no se diga que los de la 1ª, tienen más reaños que nosotros!,¡A ellos!.-…”

Los restos de la segunda compañía, trataron de lanzarse a por los numerosos moros que ocupaban las alturas, pero en ese momento, el capitán resulta herido en una pierna y vacila, pero logran llegar a un peñascal donde se hacen fuertes. El capitán Moreno de Guerra, resulta nuevamente herido en el brazo derecho. Es una herida de la que brota mucha sangre. Este hecho, es observado por dos soldados apellidados, Recio y Calonge. Este último se dirige a su capitán, pero el oficial les grita a tods, -¡Arriba y adelante!-. Mientras dicho oficial, coge un fusil y tratando de proteger al segundo teniente la Portilla hacen juntos, fuego contra el enemigo. El capitán es herido nuevamente, esta vez en el vientre, balazo que acaba con su vida.

El teniente la Portilla, anima a los soldados, son un puñado y durante largo rato, resisten los ataques de los moros. Poco tiempo después, la Portilla, es herido de nuevo, cosa que debilitara muchísimo sus fuerzas, se produce la desbandada y Portilla trata de evitarlo no consiguiéndolo. El capitán Padín, de la 1ª compañía también ha muerto. Ante tal desbandada, los cazadores, que habían recibido en ese combate su bautismo de fuego, incapaces de reaccionar, huyen, dejando a los oficiales en manos de la furia rifeña.

¿El teniente de La Portilla, está vivo?

Tras el combate del 27 de julio de 1909, tras la desbandada que se produjo entre los soldados del batallón de Cazadores de Llerena, al ver morir a los capitanes de la 1ª y 2ª compañías, señores Padín y Moreno de Guerra y, ante los escasos efectivos que quedaban, el segundo teniente de La Portilla, quedó en terreno enemigo, ignorándose inicialmente si había muerto o no, pese a la gravedad de sus heridas. De dicha duda, la prensa de la época, fue publicando rumores como el que publicó “La Época del 27 de agosto de 1909, que decía bajo el título “…El teniente la Portilla…”, (textual), (6):

“…Telegrafían desde Melilla a nuestro colega de ABC: Melilla 26 (8 mañana).- Es la noticia del día la confirmación del rumor en el que se aseguraba que aún vive el teniente Sr. La Portilla, a quien se juzgó muerto después del combate del 27.

El hecho que aún no ha trascendido al público, ha sido comprobado por nuestros emisarios hebreos, a quien se les ha retribuíido bien el servicio. Según sus informes, el Sr. La Portilla se encuentra cerca de Alhucemas, en la kábila que ya otro día indiqué.

Parece que no es tratado mal. De su custodia y cuidado están encargados seis que protestan de su amistad para con España . Esto no obstante se niegan, a entregar al referido teniente, mientras no se hagan las débiles gestiones cerca del jefe de la kabila.

Entre los distintos detalles que los emisarios hebreos relatan, está el de haber encontrado vestido de moro al Sr. La Portilla.

Sus guardianes manifestaron, explicando el cambio de indumentaria, que habían apelado a tal recurso, no más que para aplacar el furor de los más fanáticos, que diariamente cercan la casa en que el oficial español está encerrado.

La noche pasada transcurrió tranquilamente…”

Continua la confusión de noticias: (7)

“…El teniente Sr. La Portilla. En el ABC de hoy leemos el siguiente telegrama: Melilla 27.- Como contestación a los telegramas que recibo preguntándome por el fundamento de los rumores que he transmitido respecto a que vive el oficial Sr. La Portilla, limítome a decir que conozco dos informaciones, según las cuales la kabila del Oeste tiene un prisionero joven, que puede ser el oficial Sr. La Portilla, en la situación que dije.

En el Gobierno militar se cree que existe, en efecto, un prisionero: pero el general Arizón con quien acabo de hablar de este asunto, duda que sea La Portilla, pues este fue herido en una pierna y el prisionero parece que está bueno.

Eso es cuanto yo sabía y sé, después de haber hecho muchas y difíciles pesquisas e informaciones; pero no me es dable afirmar de un modo categórico que se trate del oficial La Portilla. ¡Ojalá, pudiera afirmarlo!.
Repito que me limito a reiterar la existencia de un prisionero joven, que se supone que es un oficial, y que sobre esta noticia se guarda una reserva absoluta.

Y El Imparcial publica sobre este asunto la siguiente noticia: Telegramas recibidos en Madrid permiten creer que vive, aunque en poder de los moros, el teniente D. Braulio Laportilla, que despareció en el sangriento combate del 27 de julio y cuya desdichada suerte tanto viene preocupando a todo el mundo.

Un hebreo enviado al campo enemigo para averiguar si vive el valiente oficial, ha vuelto a Melilla con tan satisfactoria nueva.

Está el Sr. Laportilla entre moros que se dicen amigos de España, cerca de Alhucemas. Sus custodios le han vestido con el traje indígena para librarle del furor de los demás.

Nosotros tenemos noticias particulares que coinciden en absoluto con esta versión. El Sr. Laportilla está, según se dice en buen estado de salud…”

Lo que publicó ABC sobre el teniente La Portilla, el 19 de agosto de 1909 (8)

“…El hebreo de Beni-Buifrur Ayuch Bitan, que fue comisionado por el ex ministro señor Mellado para adquirir en el campo enemigo noticias del teniente La Portilla, desaparecido en el combate del 27, ha confirmado que los moros no tienen prisioneros españoles, y que se han limitado a recoger algunos cadáveres, entre ellos el del infortunado teniente, el cual llevaba en el bolsillo del uniforme 7.000 pesetas.

El hebreo ha añadido que los moros usan como adorno los trofeos del combate, que consisten en las condecoraciones, estrellas y galones de los uniformes recogidos en el campo después de la lucha.
Tales adornos suscitan en ocasiones entre aquella gente riñas y disputas. Todos quieren poseerlos. También recogen las correas de las mochilas, que les sirven a ellos para ánalogo uso…”
No se trata del teniente La Portilla. (9)

“…Por gestión directa de persona interesadísima, esta mañana ha salido para el campo moro un nuevo emisario para que compruebe los insistentes rumores que vienen circulando sobre la existencia de un oficial prisionero.

En los primeros momentos se sospechó que pudiera ser el teniente La Portilla pero después, confrontando circusntancias y señas personales, parece que no concuerdan con las del bravo oficial, y que debe tratarse de un soldado o un paisano joven…”

28 de agosto de 1909. Localizado

Después de los rumores corridos sobre si el teniente D. Braulio de La Portilla Sancho, del batallón de Cazadores de Llerena y, sobrino del ex ministro señor Mellado, fue finalmente localizado el 28 de agosto, junto con el de otros oficiales, en el Barranco del Lobo. (10).

“…Telegrama. Melilla 28 (10 noche). Comandante en jefe me dice desde Zeluán para que lo comunique a Vuecencia que continua en aquella Alcazaba racionando las tropas de las dos divisiones, sin otra novedad que ligeros tiroteos sostenidos durante el día contra algunos kabileños tribu de Beni-Buifrur, que han tratado de molestar fuerzas acampadas desde alturas inmediatas, que se han ocupado esta tarde. Por su parte dicha autoridad comunica que enemigo disparos sueltos Alhucemas, contestando esta sin novedad, que salió hoy con columna continuar reconocimiento Gurugú, encontrando cadáveres capitán Martínez Fernandez y Moreno Guerra, teniente Portilla y otros hasta unos 50. Arizón…”

El ascenso a capitán

Por los méritos y comportamiento observados en el combate del día 27 de julio de 1909, el segundo teniente D. Braulio de La Portilla Sancho, de 21 años de edad, obtuvo tres recompensas. La primera, fue es ascenso a primer, con fecha del mismo 27. La segunda, aún tardaría en llegar: La Cruz Laureada de San Fernando. Y la tercera, se produce mediante Real Decreto firmado por el Rey.
De dicho ascenso, se recogía en prensa lo siguiente (textual): (3).

Ascenso a primer teniente:

“…Firma de Guerra: Concediendo a los comandantes D. Ricardo Fresneda y don Álvaro González, capitán D. Rafael Moreno de Guerra y segundo teniente don Braulio de la Portilla Sancho, todos de Infantería, el empleo superior inmediato por el bizarro comportamiento que observaron en los combates de Melilla, encontrando muerte gloriosa en el campo de batalla…”

Ascenso a capitán:

La Vanguardia de Barcelona, del 23 de diciembre de 1910, publicaba (textualemente): (4).

“…Firma del Rey. S.M. el Rey ha firmado los Reales Decretos siguientes: (entre otros). Guerra: Concediendo el empelo de capitán a los primeros tenientes don Isaac Salvador, don Alberto Lozano, don José Pazos y don Braulio de la Portilla, muertos en la campaña de Melilla, en consideración a que este último empleo, se les ha declarado efectividad anterior a la fecha de los combates porque fueron recompensados…”

Premio “La Portilla-Sancho”

La petición de la Cruz Laureada de San Fernando, para el segundo teniente de Infantería D. Braulio de La Portilla Sancho, fue efectuada por su madre, Doña Patrocinio Sancho Valera. La pensión que acarreaba la concesión de dicha condecoración, fue ofrecida para el huérfano del colegio de María Cristina que más destacase en el curso escolar, dando lugar a la creación del premio “La Portilla-Sancho”, algo inexistente hasta el momento. Esta noticia, fue dada a conocer en las páginas de “El Imparcial”, el 18 de diciembre de 1909, bajo el título, “…Heroísmo y generosidad…” Decían textualmente (11).

“…Heroísmo y generosidad

Doña Patrocinio Sancho, viuda de La Portilla, es la madre de aquel bravo teniente de Llerena que allá en los campos de Melilla pactó con la muerte de modo extraordinario, esa infortunada señora es la madre de aquel insigne campeón del deber que asombró a sus adversarios con una muerte que solo puede encontrar igual en épocas gloriosas de nuestra historia.

La madre del héroe aspira a perpetuar el nombre de su hijo en el arma de Infantería, pero esa madre, todavía agobiada por el dolor, no quiere ni fríos bronces ni oficiales ceremonias: quiere solo que el recuerdo del hijo perdure en otros corazones, asociándolos por la virtud a las virtudes del estoico oficial que tan meritoria prueba dio de abnegación y de martirio.

La viuda del general La Portilla tiene solicitada para su hijo la apertura de juicio contradictorio para la concesión de la cruz de San Fernando; esa señora en cuyo hogar tuvo siempre ardoroso rendimiento la más severa dignidad, dedicará la pensión de esa cruz (caso de ser concedida) al huérfano del Colegio de María Cristina que más se distinga en el año escolar, instituyendo con ese objeto para el arma de Infantería el premio “La Portilla-Sancho”.

¡Hermoso rasgo de caridad hacia el huérfano y de aprecio a la Infantería el que realiza esa noble dama con tan feliz idea!, ¡Cuánta delicadeza en el desprendimiento de esa madre, cuyas lágrimas serán enjugadas por seres en los que brillarán enlazadas y amorosas dos hermosas cualidades: el agradecimiento y la emulación!.

En el Alcázar toledano concocí al heroico teniente de cazadores de Llerena; su honradez, su caballerosidad, su disciplina, sus virtudes fueron mi orgullo Coincidían con mis deseos para el arma, con mis ansias para España, con mis votos para el Rey.

Cuando supe la noticia de la gloriosa muerte, recordé al discípulo que tantas virtudes anidara en su alma y tanto cariño merecido de sus maestros, y creí ver en el teniente La Portilla uno de aquellos excelsos adalides de la magna España que ni conocieron obstáculos en sus arrolladores avances ni se entristecieron ante imponentes sacrificios.

La Portilla ganó inmarcesible honor en el campo de batalla; su nombre vive en la memoria de los buenos infantes, en el corazón de los que aplaudieron sus virtudes en las aulas toledanas; ese honor de mártir tiene aureola esplendente en la idea caritativa, una madre; ese honor tan heroicamente conseguido tendrá, por la generosidad de una madre, dignos imitadores en huérfanos agradecidos.

¡Saludemos reverentes el sacrificio de La Portilla, y aplaudamos entusiastas el ¿…….?, de su madre.!. A. García Pérez ¿…….?. de la Academia de Infantería…”

Nota: Rectificado el apellido de la madre que el diario aparece como Sánchez cuando debiera ser Sancho. Escrito La Portilla por haberle encontrado generalmente escrito así, en vez de junto como aparece en el artículo. Los espacios entre interrogantes, pertenecen a palabras ilegibles.

Concesión de la Cruz Laureada de San Fernando

Tras haberse ordenado la apertura del correspondiente juicio contradictorio, praticadas las diligencias pertinentes, para comprobar que los méritos y comportamiento observado en el combate del 27 de julio de 1909, por el entonces segundo teniente de Infantería D. Braulio de La Portilla Sancho, del Batallón de Cazadores de Llerena, eran merecedores de la concesión de la más alta recompensa concedida a un militar sin distinción de empleo en tiempo de guerra y por acciones llevadas a cabo, la Cruz Laureada de San Fernando, dicha distinción le fue concedida al ya capitán de Infantería que halló la muerte en el citado combate. De la concesión de la Cruz Laureada, quedó recogido en el Heraldo de Madrid de la forma siguiente , bajo el título “…Braulio de la Portilla…” (textual): (5).

“…Se ha publicado en el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, la Real Orden por la que se concede la cruz Laureada de San Fernando al segundo teniente del regimiento de Infantería de Llerena D. Braulio de la Portilla y Sancho

La sanción oficial contiene en términos sucintos, que resaltan aún más la magnitud de sus sacrificio, la heroica acción llevada a cabo por ese benemérito oficial.

Dice así:

CIRCULAR:.-Excmo. Sr. : Visto el expediente de juicio contradictorio incoado para esclarecer si el segundo teniente de Infantería D. Braulio de la Portilla Sancho se hizo acreedor a la Cruz de la Orden de San Fernando por los méritos contraídos en los combates del barranco del Lobo el 27 de julio de 1909, en el que murió gloriosamente; resultando que el expresado oficial en dicho combate fue herido gravemente hallándose al frente de la compañía del batallón de cazadores de Llerena, a quien pertenecía, continuando no obstante, el avance, arengándola y contribuyendo ala taque personalmente, batiéndose con el fusil que encontró sobre el terreno, perteneciente a un soldado muerto, dando un alato ejemplo de espíritu militar y abnegación dignos de la más alta recompensa, hasta ser nuevamente herido, muriendo después a consecuencia de las heridas sobre el campo de batalla; y considerando que los hechos realizados se hallan comprendidos en el caso 7ª del art. 27 de la Ley de 18 de mayo de 1862, el Rey (q.D.g), de acuerdo con lo informado por el Consejo Superior de Guerra y Marina en pleno y por resolución de esta fecha, ha tenido a bien conceder al segundo teniente de Infantería D. Braulio de la Portilla y Sancho la cruz de segunda clase de San Fernando, con la pensión de 1.000 pesetas anuales que podrán disfrutar las personas de sus familia que tengan derecho a ella, según lo dispuesto en el art. 11 de la citada ley.

La información testifical realizada en ele expediente ha sido brillantísima para la memoria de La Portilla.
Oficiales, subalternos y soldados han depuesto en términos de unanimidad acerca de la bravura de aquel muchacho que, dirigiendo a un pelotón de bisoños de Llerena, llegó hasta lo último del Barranco del Lobo.

Allí, bajo el fuego enemigo, dirigió a sus soldados mientras tuvo fuerzas. Luego herido, desangrándose , encontró alientos en su pecho para arengarlos y energías en sus manos para coger un fusil y morir matando.
Educado en los santos principios del amor a la patria, fue a Melilla dispuesto a sacrificar su vida en holocausto a España.

Días antes de su muerte, contestando a un jefe que le preguntaba qué pensamientos le llevaban a la plaza africana, La Portilla con tranquilidad de valiente, le dijo: - Mi coronel voy por la laureada-.
Fue con el corazón por ella. Y se dejó en la empresa la vida, ¡pero la ganó!...”

Hans Nicolás y Hungerbühler

Fuentes:

(1). “España en sus héroes”, fascículo núm.3, “Un capellán en el Barranco del Lobo”, pág. 84, Madrid 1969.
Fotografía del primer teniente D. Braulio de la Portilla Sancho, “España en sus héroes”, fascículo núm. 3, “Un capellán en el barranco del Lobo”, pág. 84, Madrid 1969.
(2). “España en su héroes”, fascículo núm. 3, “Un capellán en el Barranco del Lobo”, págs.. 80 y 81, Madrid 1969.
(3). “La Correspondencia Militar”, Madrid núm. 9704, pág.1, miércoles 6 de octubre de 1909.
(4). “La Vanguardia”, Barcelona, pág. 11, viernes 23 de diciembre de 1910.
(5). “Heraldo de Madrid”, Madrid núm. 7.466, pág. 1, martes 9 de mayo de 1911.
(6). “La Época”, Últimos telegramas y noticias de la tarde, Madrid núm.21.135, pág. 2, viernes 27 de agosto de 1909.
(7). “El Siglo Futuro”, Diario católico, Madrid núm. 628, pa´g. 2, viernes 28 de agosto de 1909.
(8). “ABC”, Madrid, 1ª Edición, pág. 12, jueves 19 de agosto de 1909.
(9). “ABC”, Madrid, pág. 5, 1 de septiembre de 1909.
(10). “La Época”, “Últimos telegramas y noticias de la tarde”, Madrid núm.21.168, pág. 1, miércoles 29 de septiembre de 1909.
(11). “El Imparcial”, Diario liberal, Madrid núm.15.366, pág. 4 de sábado 18 de diciembre de 1909.

EL TENIENTE X, SUPERVIVIENTE DEL BARRANCO DEL LOBO




“El teniente X” : 2º teniente D. Mariano Barbasán Cacho,


“un superviviente del Barranco del Lobo”

De él, escribiría el periodista de ABC, la víspera de cumplirse 55 años de los hechos del “Barranco del Lobo”, el 26 de julio de 1964, un recuerdo de los hechos vividos por un entonces joven segundo teniente, D. Mariano Barbasán Cacho y en la fecha coronel del Cuerpo de Inválidos, D. Antonio G. Cavada. Escribía, entre otras cosas, lo siguiente (textual): (0).

“…El protagonista de este relato es hoy el coronel de Inválidos, don Mariano Barbasán Cacho, y seguramente de los oficiales de aquella Brigada de Cazadores podríamos afirmar que es el último del Barranco del Lobo.

La gravísima herida de entonces le valió el ascenso a capitán por los méritos contraídos- dice la orden publicada en el Diario Oficial del Ministerio del Ejército- el 27 de julio de 1909 en el combate librado en el territorio de Melilla, en el que recibió la grave herida que posteriormente ha motivado su ingreso en el Cuerpo de Inválidos.

No más tarde que al año siguiente, después de múltiples intervenciones quirúrgicas, el coronel Barbasán era recibido en audiencia, acompañado por su padre, dignísimo jefe del Ejército también por el Soberano español Don Alfonso XIII, que le retuvo en la Cámara largo rato para que le explicara los episodios del famoso combate del Barranco del Lobo.

Este soldado excepcional –el teniente X- todavía está en manos de médicos especialistas y expertos cirujanos y aún conserva trozos de metralla en su mejilla derecha. Igualmente conserva su espíritu y su amor a la patria. Ni que decir tiene que su devoción al Ejército. Entró en la vida militar con entusiasmo ejemplar y cumplió su obligación con fervor incomparable. Ahora vive las horas de paz entre su familia y sus médicos, con igual entusiasmo pero cargado de recuerdos y de añoranzas.

Antonio. G. Cavada…”

D. Mariano Barbasán Cacho
Hijo de militar, D. Mariano Barbasán Cacho, alcanzó el empleo de 2º teniente, sobre el 15 de julio de 1907, tras haber superado con éxito, el plan de estudios de la Academía de Infantería de Toledo. (1).

Fue destinado sobre el 20 de julio de 1907, al Batallón de Cazadores de Madrid núm,. 2, siendo este, su primer destino, hasta que una vez herido muy gravemente en 1909, lo fue al Cuerpo de Inválidos. Con este Batallón, tomó parte en las operaciones del Barranco del Lobo el 27 de julio de 1909. (2).

Será en el Batallón de Cazadores de Madrid en el que otros jefes y oficiales, participará en la suscripción iniciada por el rotativo, “La Correspondencía Militar”, en la que entre los discípulos, amigos y admiradores del ilustre general D. Federico de Madariaga, colaboraron en el regalo de la faja correspondiente al rango de dicho general, sobre el 14 de enero de 1908. (3).

Marchó, con su Batallón a Melilla, llegando sobre el 24 de julio, en el vapor “Cataluña”, procedente de Málaga, para tomar parte en las operaciones desencadenadas con motivo del ataque de los rifeños, a los obreros del ferrocarril, el 9 de julio de 1909, y, tan pronto como llegó a dicha plaza, se vio aquejado por un ataque, al parecer de apendicitis, cosa, que le mantuvo alejado de sus compañeros por un tiempo, hasta el 27 de julio de 1909. Recluido en el hotel donde se alojaba, creyó adivinar que su Batallón y sus compañeros, entrarían pronto en acción, así que sin dudarlo dos veces, vistió su uniforme y marchó hacia el campamento del Hipódromo y de ahí, tras presentarse al teniente coronel jefe de su batallón, se dirigió a la posición de Los Lavaderos, donde se encontraba de guarnición su batallón.

Hasta el Hipódromo le acompañó don Luís López Ballesteros, director de “El Imparcial” que le había conocido días antes, aunque ignoraba su nombre y que escribió una crónica titulada “El teniente X”, en la que describe como al despedirse de él, cerca de la Posada del Cabo Moreno, “tiritaba” de frío en plena noche estival.

A pesar de ello Barbasán, al frente de su sección, avanzó hacia los Farallones en la vanguardia de los Cazadores de Madrid, y su actuación, dirigiendo y animando a sus hombres en la subida por las faldas del Gurugú fue ejemplar. Pero apenas una hora y media después de iniciado el fuego, en un momento en que se dirigía a sus soldados para indicar que persiguieran a un grupo de rifeños, una bala le atravesó la cara de mejilla a mejilla, lesionándole además la lengua.

Teniente X
De estos hechos, dejó latente testigo el entonces director del rotativo madrileño “El Imparcia”, tal y como ya se ha citado anteriormente, D. Luís López Ballesteros, en el artículo que lleva por título, “…El Teniente X…”, por desconocer el citado periodista, el nombre del oficial que aquella noche, había acompañado al campamento del Hipódromo y, había asistido físicamente, a la presentación ante su jefe, de aquel joven oficial, el cual, se hallaba enfermo, pero que no había podido resistirse, a la llamada de se deber. Dicho artículo, publicado en el diario madrileño “El Imparcial”, tiempo después, decía lo siguiente textualmente: (5).

“…Encuentro en ejemplos como este una secreta atracción. Y no es el único. Ahora mismo estimulada mi memoria por las virtudes militares de Fernández Blanco, recuerdo el caso de un joven oficial cuyo nombre nadie ha citado ni conoce. Yo mismo lo ignoro. Este jovencillo ha pasado rápidamente por el escenario de la guerra como un comparsa humilde que se desnuda de su atavío después de recitar un papel de una línea. Cierto anochecer encontré en la sala de visitas del hotel a un oficial que vestía el uniforme de cazadores de Infantería. Estaba encogido, en una butaca, y era tal la extrema palidez de su rostro que me llamó vivamente la atención. Todos los días, durante una semana entera, le hallaba en el mismo sitio. Al fin, hablamos. Con una voz muy débil, de enfermo, me dijo que desde que había llegado a Melilla se le habían declarado pertinaces calenturas que le iban robando traidoramente las fuerzas. Y era, sobretodo, causa de su desesperación, no poder incorporarse a sus cazadores y prestar servicio. Le consolé como pude, haciéndole observar que nadie puede luchar con lo imposible.

Una tarde le encontré con la espada ceñida y vestidos todos los arreos de campaña. Se había acicalado y afeitado como un hombre en completo estado de salud, pero estaba más pálido que nunca. Al darme la mano, observé que ardía.- ¿Pero dónde va usted?-le dije – Voy a incorporame a mi batallón.- ¿Asó con fiebre?. – Apenas tengo calentura..- me replicó vivamente,- estoy casi limpio.

Yo mismo le acompañé hasta el campamento del Hipódromo, donde el creía que estaban las fuerzas de su batallón. Asistí a su presentación oficial al teniente coronel, su jefe. El pobre enfermo ni siquiera pudo disfrutar la tranquilidad relativa del campamento establecido en el Hipódromo. Su compañía estaba destacada en las alturas de Lavaderos, la posición militar, por entonces más peligrosa y desamparada. ¿Sabeis en qué día se incorporaba este infortunado calenturiento que debía velar en la trinchera apenas empezada? Era la víspera del terrible 27. Acompañé un trecho más al enfermo, porque me causaba remordimiento dejarle sólo. Cerca de la posición del Cabo Moreno, me despedí de él. Tiritaba de frío en plena noche estival.

El teniente, cuyo nombre ignoro, no pudo asistir al memorable combate del 27. Aquella misma noche, a las dos o tres horas de haberse incorporado a su compañía, recibió un terrible balazo que le deshizo la cara, la boca y media lengua.

…Hace tres o cuatro días le he vuelto a ver por primera vez. Estaba yo sentado a la puerta del Casino cuando vi pasar, cogido del brazo de un soldado sanitario, a un oficial muy joven, pálido como la cera y con la cara entrapajada. Era el teniente de la fonda. Al pasar debió reconocerme; vi que su mano se levantaba para saludarme y que sus ojos me miraban con afecto.

-Probablemente- pensé- el ejemplo de energía y de virtud d este oficial que de tal modo entra en la vida militar, no tendrá ni siquiera una pluma que lo relate.

Y así ha sucedido en efecto, porque yo, que por azar soy su cronista, ni siquiera puedo señalar su nombre. Ya he dicho que lo ignoro.

Luís López Ballesteros…”

El teniente X: Su identidad
Tiempo después, el director de “El Imparcial”, tenía conocimiento de la identidad de dicho oficial. Era el 2º teniente de Infantería, D. Mariano Barbasán Cacho, destinado en el Batallón de Cazadores de Madrid núm. 2. De dicho conocimiento de identidad, escribiría el periodista D. Luís López Ballesteros (textualmente) (6):

“…Lector: el teniente… X de mi crónica anterior, tiene ya nombre. He experimentado una verdadera alegría al leer, esta noche, una carta del pundonoroso oficial cuyas virtudes militares me inspiraron un vehemente elogio. Aquel teniente a quien yo acompañé, al campamento del Hipódromo, enfermo, calenturiento y que poco después caían con una herida que no ha sido mortal de milagro, se llama D. Mariano Barbasán, y es segundo teniente de cazadores de Madrid.

No me escribe para que publique su nombre, pero hallándome convaleciendo en la corte y habiedo leído EL IMPARCIAL, me significa sentidamente su gratitud y declina con modestia el elogio.

-Yo soy-me dice- el oficial a quien usted en efecto, acompañó en coche al Hipódromo (y por cierto no consintió usted que pagara el carruaje) viéndole luego alejarse sostenido por la misma fiebre hasta la posición de los Lavaderos, que ocupaba su batallón. Gracias por el recuerdo, pero en mi conducta nada hay que admirar. Es cierto- como usted dice en su artículo-. Que pasé rápidamente por el escenario de la guerra pero algo más despacio de lo que usted supone, pues, sin duda, por la confusión de sucesos en aquellos memorables días, escribe usted que fui herido en Lavaderos aquella misma noche. No fue así. Pero es casi igual. Me cupo la honra de tomar parte en el combate del 27, aunque a la hora de comenzado caí gravemente herido, como usted recuerda, atravesada la cara, la boca y la lengua. Hoy me encuentro curándome en Madrid-.

Violentando la voluntad del pundonoroso oficial doy a la imprenta los anteriores renglones de su carta y celebro haber tenido ocasión de que tan bello ejemplo no quede anónimo. Seguramente a Barbasán le bastará la satisfacción del deber cumplido, pero a nosotros, los que disponemos de los medios de publicidad, nos corresponde señalar al público aplauso, acciones y sacrificios de tan alto y puro valor.

Luís López Ballesteros…”




Después de las graves heridas
Evacuado a Melilla, fue dejado por insalvable envuelto en unas mantas sobre el suelo del Hospital; Barbasán había recobrado el conocimiento y pudo garrapatear unas líneas para el coronel Larrea, íntimo amigo de su padre, gran militar y escritor, y la familia del jefe del Estado Mayor le llevó a su casa, donde permaneció casi un mes, salvándose milagrosamente.

En recompensa a sus méritos fue ascendido a capitán, con antigüedad del día en que fue herido mientras escalaba los riscos del Gurugú, pasando a formar parte del Cuerpo de Inválidos. Años más tarde contrajo matrimonio con doña Elvira Larrea Rodríguez, hija de su gran amigo y protector, a quien conocía desde niño. (4).

De dicha unión, nacerían al menos dos hijos, doña Maruja Barbasán Larrea. (7) y, don Mariano Barbasán Larrea, nacido sobre 1918, fallecido en Rusia mientras combatía encuadrado en las filas de la División Azul, como soldado esquiador. Había inciado estudios universitarios como ingeniero aeronáutico. (14).

En julio de 1911, era destinado, a la Sección de Ordenanzas del Ministerio de la Guerra, como primer teniente. (8). En mayo de 1912, continuaba en este destino. (9). Idem, el 6 de junio de este último año. (10). 31 de julio, ídem.

En 1913, fue declarado apto para el ascenso a capitán, en cuanto por antigüedad le correspondiera, al primer teniente D. Mariano Barbasán Cacho. (11).

Pasó a situación de reemplazo por enfermo y al cuadro de eventualidades del servicio en Ceuta. (12), (13), (un mes de licencia por asuntos propios (16)). Sobre el 30 de abril de 1915, pasaba como agregado a la “sección de inútiles”, del Cuerpo de Inválidos, el capitán de Infantería D. mariano barbasán Cacho. (15).

Ascendió a general de Brigada, (honorífico), según anunció la publicación en el Boletín Oficial del Estado del 25 de agosto de 1974. (17).

Condecoraciones

Entre otras, poseía:

- La Gran Cruz de María Cristina.
- Placa de San Hermenegildo.
- Medalla de Sufrimientos por la Patria.

Jefes y oficiales del Batallón de Cazadores de Madrid núm. 2. (19)

Formado el cuadro de mando el 6 de julio de 1909, por:

Teniente coronel honorario, S.A.R. El Infante D. Alfonso duque de Oporto.
Teniente coronel efectivo D. Enrique López Sanz.
Comandante sr. Sanz.
Comandante sr. Capapé.
Capitán sr. Ormaechea.
Capitán sr. Pujol.
Capitán sr. Saro.
Capitán sr. Lavaron.
Capitán sr.Izarduy.
Capitán sr. González García.
Capitán sr. Losada.
Capitán sr. La Cierva.
Primer teniente sr. Ibáñez .
Primer teniente sr. Pastor.
Primer teniente sr. Torres.
Primer teniente sr. González Simeoni..
Primer teniente sr. Cuerda.
Primer teniente sr. Palazón.
Primer teniente sr. Esteban.
Segundo teniente sr. Torres.
Segundo teniente sr. Larrumbre.
Segundo teniente D. Mariano Barbasán Cacho.
Segundo teniente sr. Reus.
Segundo teniente sr. Monet.
Segundo teniente sr. Cayuela.
Segundo teniente sr. Semprún.
Segundo teniente sr. Ortega.


Fallecimiento
Falleció en Madrid el 19 de abril de 1975. Entre otras condecoraciones, poseía la Gran Cruz de María Cristina, la Placa de San Hermenegildo y la Medalla de Sufrimientos por la Patria. Tuvo una hija, Maruja y alcanzó el empelo de General de Brigada. Sus funerales fueron oficiados el 23 de abril de 1975, en la Iglesia del Buen Suceso de Madrid, en la calle Martín de las Heras núm. 68. (18).

Hans Nicolás y Hungerbühler


Fuentes:

(0). “ABC”, Madrid pág. 43 26 de julio de 1964.
(1). “La Correspondencia militar”, Madrid núm. 9.010, pág.2, lunes 15 de julio de 1907.
Fotografía del 2º teniente D. Mariano Barbasán Cacho, “España en sus héroes”, fascículo núm. 3, “Un capellán en el Barranco del Lobo”, pág. 84, Madrid 1969.
(2). “La Correspondencia Militar”, Madrid núm. 9015, pág. 2, sábado 20 de julio de 1907.
(3). “La Correspondencia Militar, Madrid, núm. 9.167, pág. 1, martes 14 de enero de 1908.
(4). “España en sus héroes”, fascículo núm. 3, “Un capellán en el Barranco del Lobo”, pág.84, Madrid 1969.
(5). “El Imparcial”, Diario liberal. Madrid núm. 15.274, pág. 1, viernes 17 de septiembre de 1909.
(6). “El Imparcial”, Diario liberal. Madrid núm.15.275, pág. 1, sábado 18 de septiembre de 1909.
(7). “ABC”, Madrid, pág. 100, esquelas, de 22 de abril de 1975.
(8). “La Correspondencia Militar”, Madrid núm.10.249, pág. 3, de 7 de julio de 1911.
(9).”La Correspondencia Militar”, Madrid núm. 10.528, pág.3, de 29 de mayo de 1912.
(10). “La Correspondencia Militar”, Madrid núm. 10.541, pág. 3, de 6 de junio de 1912.
(11). “La Correspondencia Militar”, Madrid núm. 10.733, pág. 2, de 25 de enero de 1913.
(12). “La Correspondencia Militar”, Madrid núm. 11.250, pág. 3, de 25 de septiembre de 1914.
(13). “La Correspondencia Militar”, Madrid núm. 11.251, pág. 3, de 26 de septiembre de 1914.
(14). “ABC”, Madrid pág. 12, de 19 de febrero de 1942.
(15). “ABC”, Madrid, pág. 20 de 30 de abril de 1915.
(16). “El Globo” Segunda edición, Madrid núm. 13.369, pág. 2 de 1º de agosto de 1914.
(17). “ABC”, Madrid, pág. 21 de fecha 25 de agosto de 1975
(18). “ABC”, Madrid, pág. 100, de fecha 22 de abril de 1975.
(19). “El Heraldo de Madrid”, Madrid núm. 6.794, pág. 4, de martes 6 de julio de 1909.